En su afán por alcanzar a Marvel, DC y Warner Bros. se sumergieron en las aguas del súper equipo antes de establecer bloques de construcción individuales, creando un alto grado de dificultad.
Aunque no está a la par con «Wonder Woman», «Aquaman» es un paso hacia el restablecimiento del equilibrio, creando un extenso mundo submarino que se parece más a la franquicia de Thor en términos de alcance, majestad y felizmente, humor.
Warner Bros.
Jason Momoa, en el papel principal, resulta ser un activo importante, una referencia que va más allá de sus cualidades físicas superheróicas. Sin embargo, la verdadera estrella aquí es el director James Wan (un veterano de las series «El Conjuro» y «Rápido y Furioso»), que crea un mundo ampliamente inmersivo de cómics – con la ocasional torpeza que conlleva – al mismo tiempo que aligera el estado de ánimo considerablemente de la oscuridad en la que descendieron algunos de los esfuerzos anteriores de DC.
En cierto sentido, Wan aporta el mismo ojo que el director de «Batman v Superman», Zack Snyder, posee en la adaptación de imágenes de cómics a la pantalla, sin ahogar a su protagonista en la angustia. El resultado es una película bastante optimista, y usando un término que puede parecer fuera de lugar al describir un éxito de taquilla con efectos especiales, en general divertida.
Después de dos apariciones en películas anteriores (una, ciertamente, silenciosa y breve), Aquaman finalmente obtiene una historia de origen en toda regla, incluida la historia de cómo su madre (Nicole Kidman), una princesa atlante fugitiva, llegó a tierra y se encontró con su Papá (El actor de»Star Wars» Temuera Morrison), pasando el rato el tiempo suficiente para dar a luz a un hijo, Arthur.
Obligada a regresar a Atlantis y a su elaborada sociedad oculta bajo las olas, deja que el niño crezca con su padre, una juventud que se complica cuando esas habilidades extraordinarias se manifiestan.
De vuelta al presente, surge una amenaza en la forma del hermanastro de Arthur, Orm (Patrick Wilson), quien está decidido a declarar la guerra a los habitantes de la superficie.
Aquaman es alistado para detener el complot por otra rebelde princesa atlante, Mera (Amber Heard), que está poniendo en riesgo su propio estatus, y potencialmente desquiciando a su padre (Dolph Lundgren), al ponerse de lado del medio-humano.
Lo que equivale a una búsqueda se produce, una necesaria para darle a Arthur la oportunidad de luchar contra las fuerzas dispuestas en su contra. Eso también crea demasiadas oportunidades para que Aquaman y Mera se peleen y, por supuesto, se conecten, mientras cruzan el globo en busca de un tridente imbuido de poderes fantásticos.
Hay errores que no se pueden obviar como que el diálogo se siente forzado en algunos momentos (no es fácil tomar en serio a un villano que anhela el título de «Ocean Master») y «Aquaman» requiere un cierto grado de aceptación, tal vez especialmente de aquellos cuya familiaridad con el personaje comienza y termina con los «Super amigos».
Sin embargo, Wan compensa eso con la civilización enormemente intrincada que él conjura, desde las bestias fantásticas hasta las torres de la Atlántida.
La acción, de manera similar, es tanto cinética como creciente con el tipo de escala donde se puede lanzar un submarino como un juguete. Y mientras que la idea de un héroe reacio a quien le corresponde cumplir su destino no es nueva, Momoa, alternativamente, lo hace irascible y, en realidad, un tanto tonto: el primer miembro de este universo de DC con el que realmente te gustaría compartir una cerveza o Tres.
Quizás, por encima de todo, Wan ofrece un gran espectáculo que, si bien esporádicamente es algo pesado, navega de manera lo suficientemente enérgica (a pesar de durar más de dos horas) y se muestra visualmente muy interesante. En una era cinematográfica en la que parte del desafío es motivar a la gente a ver películas durante su ventana teatral, «Aquaman» se siente como un maestro de ese dominio.